miércoles, 23 de julio de 2008

MúSICA

Edwyn Collins - A Girl Like You

domingo, 13 de julio de 2008

SoNetO de Mis SONETOS 07




SoNetO de Mis SONETOS 07




Vivo y me desvivo, esclavo,
sin poder hacer nada en contra
de un orden impuesto con clavos
que nos deja como crucificados.



Las ataduras firmes a mi mente,
filtran las puertas de mis percepciones,
de negro tiñen esto inminente
que los sentidos rehechos absorben.



Nos limitan leyes, imposiciones,
yugos, cadenas y connotaciones;
para dejarnos sin que decir nada.



Malhechas palabras, frases o letras,
solamente nos quedará esperar,
que sin más, reaprendamos a soñar.





SoNetO de Mis SONETOS 10




SoNetO de Mis SONETOS 10



Soy mal perseguido por mi instinto,
soy precaria expresión de vida,
en los avatares de un destino,
que una razón deja malherida.


Un ditirambo, mente y corazón,
no llegan a entenderse, son cosas
que alguien encajó con calzador,
y hoy vivirlas, sin más, nos toca.


Soy un soneto, verso o estrofa,
un conjunto de vísceras, y poeta,
un fugaz pensamiento enunciado;


definido, corroído, menguado,
pero por siempre, ser enloquecido,
viviendo amando lo que ansío.






martes, 8 de julio de 2008

RaDIoGRaFíAs de la ReALiDaD 01



RADIOGRAFÍAS de la REALIDAD 01

Desde tiempos memorables ya, la realidad depende de preceptos impositivos más que de un libre devenir de los acontecimientos. A esto le llamamos orden, el cuál durante la historia ha ido cambiando de manos y de forma de imposición, pero siempre ha sido eso, una imposición. Explícito, como en el caso de las antiguas maneras de gobernar, como las basadas en el poder, las dictaduras, o las basadas en caracteres divinos –ya que era esa la excusa para decidir quien mandaba sobre quien, como las monarquías-; como las variantes del comunismo, como de formas más implícitas como las actuales democracias. Las representaciones de este principio se dan desde la antigüedad y todas las culturas, como los sistemas de castas hindú o índico (mayas, aztecas o incas), los regimenes faraónicos, el nazismo, los imperios clásicos o del medievo, y demás.


Antropológicamente el ser humano está obligado a crear una forma de gobierno para él y toda su comunidad. La familia es la más básica de las expresiones sociales, y de ella deviene, la necesidad de marcar un orden para su correcto funcionamiento. El ser humano por si solo, se considera débil ante la naturaleza. Por ello, necesita de la unión con otros para incrementar su resistencia y fuerza ante los posibles peligros que atenten contra su existencia, en un medio que realmente desconoce más, que conocerlo. Sartre esto lo explicaba con su término “angustia”, dejando claro que cariz tenía. El ser humano nace en un lugar que no escoge, sino que le viene dado. Este medio le conlleva una adaptación y supervivencia, cosa que en su debilidad particular no puede llevar a cabo; precepto por el cual se ve obligado a buscar la ayuda de sus semejantes.

Al igual que sucede con los animales, por si solos no tiene sentido su existencia, sino que de una manera más estrechamente ligada o menos, la naturaleza está forzada a unirse entre ella para generar formas de vida que prolonguen en el tiempo. El ser humano posee una razón, tal y como la contextualiza él mismo, y ello provoca que ese juego de establecer relaciones se complique. El individuo reconoce dualmente dos realidades, por un lado, la suya propia particular, privada y singular; y por otro, la colectiva, dependiente y común. De la interacción de los individuos en ambas nace, la sociabilidad y expresión humana, y con ello, tanto los roles sociales como los límites personales. Es aquí donde es ávido o inteligente el poderoso, que se da cuenta de cómo la posición de poder y coordinación para llevar a la práctica ese orden, es un plato apetecible para imponer sus intereses, beneficios o deseos sobre lo demás.

Esto sucede ya en nuestros orígenes animales. A lo largo de las dos orillas del río Zaire, encontramos nuestros antepasados primates, aquellos que guardan un mayor grado de similitud con nuestros genes. De una orilla, los Chimpancés, con sociedades patriarcales, donde la ley del más fuerte impera para atribuir los roles sociales, y en consecuencia, las relaciones personales. De la otra orilla, los Bonobos, con sociedades matriarcales, donde la satisfacción de los placeres, y el papel del género femenino en ello, toma la batuta, para delimitar dichos escalafones y relaciones sociales. De un lado, la imposición explícita; de otro, la implícita. Así, lo rudo y lo sutil, se dan cita pues, en el ser humano, dando lugar a un ditirambo entre la fuerza y el placer. Concluyendo, tanto nos sometemos por fuerza, como por la satisfacción de un placer concreto.


De todo esto deducimos algo preciso. De un lado, es necesario que se de una forma de cohesión y orden social, tal y como sucede con la familia. Pero los valores que marcarán el desenlace de los diferentes ámbitos de la sociabilidad hasta hoy, son impuestos desde grandes esferas de dominio sobre las gentes.


Hay pues, que fijar la vista en un leve detalle: es lo magno, la posición distanciada del poder respecto a los sometidos, aquello que permanece en la memoria histórica y su trascendencia. ¿Con la historia cambia la selección natural, o simplemente se acentúa más? Hablamos entonces, de Magno-Historia, Magno-Moral, o Magno-Economía; en el sentido de la Historia, Moral o Economía de los grandes, de las memorables fechas o acontecimientos, a fin de cuentas, de los poderosos sobre los que no lo son. Walter Benjamín se preguntaba por la historia de los derrotados, jamás contada; Charles Baudelaire sobre aquellos que estaban fuera de la normalidad y de lo ideal; Michel Foucault creía que la historia se había escrito desde lugares de poder que no representaban una verdadera realidad común respecto la vivencia global del colectivo.
Así, los grandes representantes de estos estamentos son los que dan las pautas de pensamiento y actuación, dándonos incluso las verdades que según ellos debemos creer. ¿Y la historia de los perdedores? Nunca se contó, dejando de lado, si ganaron los buenos o los malos –si se pudiese hacer esa diferenciación-. ¿Dónde están las creencias que cohabitaban antiguamente con el cristianismo? ¿Qué peso tienen las microeconomías como alternativas al sistema económico mundial? Brillan por su ausencia. Lógicamente, debido a que no le interesará a ese poderoso del que hablamos, dejar de serlo. Desde aquí, nos sorprende que aún exista el sistema de castas hindú –como anteriormente nombraba-, para tratar con igualdad a las personas; ¿pero que sucede si van a un banco o se presentan ante un juez, personas con cuentas corrientes distintas por los ceros que poseen? Pasa exactamente lo mismo, diferenciación, distinción, discriminación.

Para que el poderoso sea tal, debe haber sumisión, eso está claro.Si partimos que, desde la historia se le considera tal, el ser humano se ha visto obligado a delegar su coordinación y orden a algún estamento concreto, ya fuese una persona, como un conjunto de éstas que conforme cualquier tipo de gobierno; llegamos a la conclusión de que estamos esposados a encomendar nuestra representatividad y nuestro orden. Pero el problema es, ¿a qué precio? Una cosa es confiar tu voluntad como sacrificio a favor del orden de una comunidad, pero otra muy diferente es delegar nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos. Kant ejemplificaba este error en una de sus citas: “Obedeced, y luego pensad.” Con lo que pensaba que lo común estaba un peldaño superior respecto al ámbito personal. Foucault, en cambio, consciente de los roles de poder, hacía referencia a esta misma cita remarcando: “Primero pensad si queréis obedecer, y luego haced.” Pero el orden actual depende más de la máxima de Kant, que de la de Foucault; debido esto al peso de uno y otro en las bases en que se desarrolló la mentalidad Fáustica, aquella que se asigna al individuo Occidental, basada en el ideal que bien muestra el Fausto de J. W. Goethe. Una vez la ciencia aparece dando principios ontológicos clarificados, se crea un especie de angustia –Como de la que no habla J. P. Sartre-, en la que se unen dos principios que se contradicen para nuestro entender, el de nuestra finitud física como organismo que vive y muere, y que por ende, se encuentra esposado a una temporalidad finita; y por otro, la infinitud de acciones, pensamientos y conocimientos que envuelve la vida. Por lo tanto, finitud e infinitud se dan cita en una misma vida, generando una ansía desmesurada por acumular cantidades de cosas. Donde he de ligar con el problema de la matematización de la realidad, que un tiempo antes Renné Descartes introdujo como base para las ciencias. A partir de ese momento todo era cuantificable, lo personal se vuelve impersonal, no por cultura, sino por principio científico. Y que no decir, del gran beneficiado de todo esto, la economía. A partir de aquí, todo tenía precio, no quiero decir que antes no lo tuviese, sino que lo que antes era doxa, se transformó en epísteme.


Es decir, antes se podía cuantificar la vida de alguien por preceptos sujetos a mera opinión, peor más tarde, se dieron las premisas suficientes para que esto se viese fundamentado por el conocimiento, la epísteme. Entonces, ¿a qué precio ese mantener ese orden? Al de condenar tu vida a la previsibilidad, al control de algo o alguien sobre la misma, al de hipotecarla para siempre. Creemos que nuestro pensamiento es libre, pero no es así. Actualmente, somos prácticamente incapaces de idear algo que el sistema en el que vivimos no lo tengas ya previsto. La moral, las creencias, los estamentos que nos rigen y demás, son las bases de nuestro pensar.

Aquello que decidimos como lo bueno y lo malo, nos viene absolutamente dado desde nuestro nacimiento por la cultura y la tradición, donde entraría lo dicho anteriormente. De esta manera, el precio a pagar por el orden de la comunidad es elevadísimo. Pero esto no es algo explícito, y por tanto, justo; sino que es implícito, oscuro y camuflado para que no se vea a primera vista, y por ende, injusto. Es un engaño bien tapado que sufrimos tod@s. El sistema te lo vende desde la otra perspectiva: las cámaras que graban la vía pública desde edificios poderosos o emblemáticos, o desde otros que pasen más desapercibidos, ¿son para velar por nuestra seguridad como alega el sistema, o más bien, para tenernos controlados? Los telediarios, nos muestran a tropel de noticias machistas, de maltrato de género, de secuestros de niños, etc. Y que casualidad que sean éstas sobre los individuos que el sistema trata y trató como más débiles, todo para tramar su plan. Si necesitan seguridad dichos miembros por el miedo o conmoción que genera esa información dada desde una perspectiva que asuste a la sociedad, éstos la pedirán. Es decir, la conclusión de este efecto es que mujeres y niños precisarían una mayor seguridad, vista la sensible inseguridad que padecen. ¿Pero no suceden estas cosas desde tiempos inmemorables? No estoy justificando ni muchísimo menos ninguna conducta que atente contra la humanidad en este caso, mujeres y niños. Sino que pretendo hacer ver que esa es la forma de dominio del poderoso actual.


Dentro de una idílica forma de gobierno democrático, sigue imperando el mismo factor de control sobre las personas, el miedo. El mismo que el noble o la iglesia infligía sobre los campesinos con castigos si no obedecían o pagaban sus diezmos. De esta manera, el poder controla por el miedo a su pueblo; sea ese poder un Rey del medievo, o, un banco o empresario actual.
En EEUU, por ejemplo, se ve bien como después de ese proceso de hacer sentir a la gente débil, insegura y delicada –cosa que lleva haciendo desde muchos años según intereses-; ahora hace una campaña en la que pretenden solventar esa carencia con la ciencia. Anuncian unos microchips por diferentes medios públicos con todos nuestros datos almacenados –desde datos bancarios, a pasaporte, o identificaciones varias-, con un sistema de GPRS seguido por satélite que averigua el lugar donde estés en cada momento; y dudosamente afirman desde el gobierno que se trata de un proyecto de protección a las personas, sin decir que presionando una sola tecla, desconecto el chip y dejas de ser alguien en un sistema basado en etiquetas y cuentas corrientes. Pero, ¿no estamos ante la misma situación de antes? Primero os hago creer que sois débiles y estáis amenazados, para luego ataros aún más con las cadenas que delimitan nuestro actuar y pensar, con la excusa de manteneros seguros ante esos exagerados peligros.

El miedo es el primer impedimento que tiene el ser humano para realizarse en su vida, ya lo dice el Bhagavad Gita, uno de los textos bíblicos hindis, fechado en hace unos 3000 años atrás. Así con ese miedo como arma, el sistema controla la opinión y pensamiento de sus conciudadanos, de forma que si interesa generarlo con el pretexto de un dios castigador, o un sistema falsamente empático con su pueblo, se aplicará. Puesto que la naturaleza en sí misma es espontánea, y pese a poder entender expresiones de ésta como mecanismos previsibles, posee siempre el libre albedrío, y el humano como parte de la naturaleza, en su esencia primordial, también. Pero hace falta una forma de acotar aquello que representa una amenaza para un sistema, la imprevisibilidad.


Y más sutilmente o menos, pasamos por el aro, siendo el estado, o actualmente la economía, quien nos encaja en los caminos destinados a sus intereses, y sin dejar espacio para la verdadera libertad, quedando este término sin aplicación ni sentido real. ¿Existe realmente aquello que entendemos por libertad, si no pensamos ni actuamos libremente, sino condicionados a sistemas previsibles? ¿Hasta qué punto puedo llegar a hacer algo espontáneo de verdad, sin repetir de alguna manera lo ya pensado o articulado?

Prestemos atención a las diferentes acepciones del diccionario ante la palabra Libertad: a) Facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia y antojo. b) Estado o condición del que no está prisionero o sujeto a otro. c) Falta de coacción y subordinación. d) Facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas, de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres. e) Confianza, franqueza.
Verdaderamente, ¿son estas definiciones reales desde la perspectiva que acabo de explicar, o mejor dicho, carecen de sentido real? Tal vez, si viviéramos en una vida ideal, tendrían su razón; pero dentro del orden implícito que ya se mentado, esto es una carcasa de falsedad más que se coloca ante nuestros ojos para continuar con tales engaños. Por ello, si no soy capaz de pensar o actuar con un libre albedrío fuera del orden que estoy obligado a seguir, la libertad, en su amplio sentido, está vacua de significación; ya que siempre habrá algo de impuesto y de no-libre que me condicionará en mí vivir. Por esto y todo lo anterior, me reafirmo en que dicho miedo, es nuestro peor aliado en la lucha constante para hacer realidad aquello que realmente nos proponemos.

De tal forma, no es que nos impongan hoy de una manera, sino que llevándonos por los caminos que quieran, pueden hacernos creer que necesitamos preceptos que no vayan acordes a la libertad o libre albedrío de las personas. Haciendo así que nosotros mismos –engañados- votemos por algo que en el fondo si lo pensamos, rechazaríamos sin dudarlo. Es decir, son muchos los que votan por su futuro hoy, ¿pero lo hacen desde una real conciencia o desde un lavado de cerebro encaminado a que se vote lo que el poderoso quiere? Por ejemplo, en el famoso mayo del 68, después de un proceso revolucionario global, se votaron leyes que hoy vemos injustas.
Actualmente vivimos bajo un orden concreto e impuesto, y éste está basado en unos intereses plenamente materiales. La cantidad le ha ganado la partida a lo cualitativo, lo que marca la esencia de las cosas, su calidad. Así para que esta dominación se de, es necesario encontrar una forma de controlar esa imprevisibildad del ser humano, tanto a nivel de pensamiento como de actuación. Cosa que han conseguido ir depurando los gobiernos desde ya tiempos atrás. Dejando la capacidad de actuar y pensar, cada día más limitada. Donde tan sólo, el consenso entre los miembros de la relación que se de, ya sean dos, o una comunidad entera, puede marcar una justa forma de sociabilidad, pero nunca desde roles que se encuentren en estadios superiores e interfieran con malas artes sobre el resto. Así después de todo lo explicado, llego a una firme conclusión conmigo mismo. Yo delegaré mi representatividad, pero nunca mi capacidad de pensar por mi mismo, como mi capacidad de crítica. Aún estando limitado a vivencias predichas o prevividas, que condicionen ya mi propio pensamiento; lucharé por hacer de éste, algo verdaderamente perteneciente a algo libre. De la misma manera, que se debe renunciar a la supremacía sobre los demás, para vivir en igualdad; puesto que podemos tener más o menos que otro, cantidad; pero nunca ser más que otro, calidad. Somos personas tratadas como objetos, y los objetos son tratados como personas, a esto se le llama materialismo. Y filosóficamente, a esto le llamaron reificación, pérdida de la naturalidad. Término y problemática abarcada como la idea del fetiche, como representación de ese materialismo en y por la vida. Acuñado por K. Marx; como cita él mismo: “El fetichismo es una relación social entre personas mediatizada por cosas. Las personas se manejan como cosas y las cosas, como personas.”. Y el situacionista G. Debord dice sobre ello que es: “[...] la declinación de ser en tener, ye de tener en simplemente parecer [...]”; y que estamos en “[...] el momento histórico en el cual la mercancía completa su colonización de la vida social [...]”.


Una dura visión de la que nos somos conscientes enteramente, y de ello depende, que se cambie, que se venza aquello que nos condena injustamente, que se vuelva a recuperar los valores de naturalidad, que se recobre el espíritu, que se cambie verdaderamente la vida.


”Pensad, y sabréis hasta donde llega la libertad…”

viernes, 4 de julio de 2008

MúSICA

Einstürzende Neubauten-Sabrina