martes, 28 de octubre de 2008

BenJAMiN & BaUDeLaiRE








B&B
BAUDELAIRE & BENJAMÍN



Es probable, que cuando nombremos a Charles Baudelaire, estemos, tal vez, ante la figura del poeta que fue capaz de trascender las barreras que delimitaban –en aquel momento- al arte bajo el influjo del idealismo y el racionalismo. La concepción de lo bello y sublime (como marcas de lo considerado el ideal*
[1]) se entremezclan en su poesía, con sus más temidos contrarios, la fealdad y lo decadente. Baudelaire, al igual que Benjamin, son intelectuales enamorados, de aquello que desde lo más bajo de los subsuelos urbanos, conforma un mapa macabro de las ciudades, las clases sociales, e incluso, nuestra cultura Occidental, de la que ambos provienen, y conocen bien.

Baudelaire, un extravagante poeta francés que nació en 1821, en el momento en que los románticos ensalzaban los valores de Naturaleza, Belleza e Idealidad “espiritual”, como horizontes a divisar. En 1842, con la mayoría de edad, recibe una herencia familiar y toma la decisión de hacerse un dandi. Momento, cuando conocerá a quién después idolatrará como maestro, el escritor y poeta francés Thèophile Gautier. Aunque su mayor fuente de inspiración se trataba de Edgar Alan Poe, ya que como decía Adorno: “Poe es el faro de Baudelaire”.

A partir de aquí, ó más aún, su vida se volvió un torbellino de emociones, relacionado siempre con suburbios, prostitutas, y su lucha constante por reflejar que era lo que había decidido ser, un bohemio, un dandi, un verdadero poeta, un artista; que se distinguía del resto por su afán de ver en lo pequeño, los que otros mal-apreciaban. Con la embriaguez como mayor fuente de inspiración, este poeta francés de carácter libertino, removió los cimientos de los valores y “vicios” que rodeaban a los artistas y su mundo, ya que además, el suyo estaba en las calles, fuera de la élite cortesana de la época, lugares que otros ni pisaban por no manchar sus relucientes zapatos. Las zonas baja y reprimidas de las ciudades, en este caso París, eran el escenario en el que este particular y apesanumbrado bardo romántico se daba cita rompiendo los estereotipos de su alrededor. Y donde su amor por estas estampas caleidoscópicas, le haría forjar sus ideales en buscar en lo pequeño para explicar lo que acontece desde allí. Penetrando así, en la naturaleza de ello, en lo que vivía y se vivía en este ámbito, en lo cierto y en lo falso de todo esto.
Gracias a su estilo poético, junto a esa, poco común*
[2], visión hacia la deformación de lo estipulado como ideal, logro el reconocimiento categórico que tanto anhelaba, tal vez, de una forma un tanto obsesiva, el de ser considerado un verdadero poeta. Aunque ello representará el veneno que el idealista artista debía despreciar.

Algo en lo que unos 50 años más tarde un filósofo alemán, Walter Benjamin, se fijaría fervientemente. Llegando a observar que aquel poeta era capaz de explicar algunos de los términos de su propia filosofía. Y es que, Benjamin es reconocido por su ensayo sobre Baudelaire, entre otros, como los de Kafka, Proust ó Karl Kraus. El carácter fragmentario de su obra a falta de un gran volumen, dificultó su verdadero alcance sapiencial. Pero no dudamos ahora al divisar su figura entre sus escritos, que estamos ante una de esas figuras medio erráticas*
[3], con una vida llena de lucha constante por unos ideales o convicciones que distan de los de su alrededor. Un espíritu rebelde, un bohemio con los ojos bien abiertos y dispuestos, capaz de dar su vida por lo que cree, sin proponerse como meta, ser parte del arte y el pensamiento, tan sólo, del suyo propio.

Walter Benjamin nació en Berlín en 1892, en el momento de la post-modernidad en Occidente. Pensador muy marcado por el arte, especialmente por la poesía, tanto que la lírica se entremezcló en su prosa dándole un estilo, que le caracterizó a la hora plasmar su pensamiento. Rasgos de ello es su admiración por la poesía de Baudelaire y sus ensayos en forma casi de prosa lírica.

Benjamin centraba su crítica en la decadencia del aura, y por defecto, la vacuidad de la experiencia, a lo que él llamaría atrofia de la experiencia. Abordar entonces un mínimo de los preceptos de su filosofía será necesario para enfocar su mensaje, y profundizar en el posterior escrito que realizaré relacionando a ambos, Walter Benjamin y Charles Baudelaire (Págs. 8 en adelante).

Toda vivencia es un cúmulo rutinario, previsible, de las acciones posibles a llevar a cabo. Todo ello, en contraposición a dicha experiencia. Como ya veía o intuía, algo parecido Baudelaire medio siglo antes; al ver como su alrededor se falseaba ante la pequeñez, como esquivándola pese a ser parte obligada de nuestro entorno.

El filósofo alemán nos habla de una modificación de la experiencia acorde a la evolución –ó involución- social. La nueva estructura social, la aparición de las “masas”, las grandes ciudades, el trabajo industrial, ó la diversión –juegos de azar: el autómata, adicto al juego, el jugador compulsivo-, estipulan y dan fe, de aquello que Benjamin reclama, la decadencia que ello a reportado al aura*[4]. Considera que este hecho es algo completamente irremediable, ya que lo más próximo a la experiencia es la vivencia del sobresalto, el Chock*[5]. Esa situación que rompe el transcurso, la cotidianidad monótona de las vivencias que se suceden marcando el devenir de nuestras vidas. Pero más cerca de una situación límite que de pura experiencia, el Chock, es eso, el sobresalto que se produce al romper ese rutinario, y sin sentido –a veces-, devenir de acciones sincronizadas a las acciones múltiples de la masa*[6] -la conciencia-.

Por otro lado, para entender la postura respecto a la masa de Benjamin, diríamos ejemplos tales que: Nietszche la escupiría, Hegel la miraría desde un balcón, y Baudelaire desde ella misma, desde sus adentros, tal cual al filósofo alemán. La vivencia se caracteriza por tener mucha conciencia, en detrimento al concepto, de lo que vive el alrededor. Somos como espejos en que todo nuestro entorno se refleja, y se asimila así, velozmente, para no dejar que eso le afecte. Tocando la superficie no se adentra en las cosas tocadas. Cuanta mayor conciencia, mayor frialdad, como pasa, según Benjamín, en las grandes ciudades o grandes núcleos urbanos. No se deja penetrar a aquello que genera estímulo. Y en esto hay algo de barbarie, pero no es desaparición, quedan restos de experiencia pero en este momento social la vivencia toma mayor importancia –y/ó utilidad-. Acorde a la decadencia del aura, Baudelaire habla de la pérdida de la aureola del poeta, como tal. Y no podemos negar, que lo reclamaba desde su propio estilo de vida, hasta en su poesía.

Esta pérdida de experiencia, él cree, viene ya desde la Modernidad, y como si la post-modernidad no hubiese podido cambiarlo, como si siguiese anclada en aquello que le da nombre. Así el camino del aura está condenado a seguir por ese túnel, del que la luz de la salida se resiste a llegar, con la incerteza y angustia de pensar en que pueda tener salida. Como si descendiese lentamente al fuego que poco a poco la consumirá. La esencia que Baudelaire rescata del entorno, como en “Las Flores del Mal”, es ese maligno que en todo permanece su huella. Con la misión de que se identifique con uno mismo, y se demuestre esa decadencia del aura. Como de forma parecida, tratando el punto de vista olvidado, Benjamin aborda la Historia. Lo hace desde lo micro, lo pequeño, lo olvidado.

Un hecho característico que veía Walter Benjamín como herramienta de este cambio de la experiencia, era la Fotografía. La consideraba la “fábrica de recuerdos”, ya que era la ampliación de la memoria voluntaria. Como herramienta de las ciencias o el arte, era el medio de producción intelectual, la técnica moderna, es la imagen de la fábrica. Abre las puertas a unas masas que pueden romper límites. Donde entran los deseos especiales, aquellas bellezas fuera de los cánones, de los ideales estipulados para lo bello. La posibilidad de acercarse a las cosas pequeñas, de apreciar un símil a la belleza completamente relativo, aunque ello sea algo monstruoso.

Siguiendo con los principios de la filosofía de Benjamin, en que también nos habla de la memoria involuntaria. En el momento de mirar la Historia, de conocerla, existe la tendencia a encontrar correspondencias, tal vez, en referencia a una vida pasada, o un momento cronológico que ejerce una atracción especial. “Les Correspondants”, era el vocablo utilizado para designar aquella vida vivida, aquello que al evocar, o revivir, te remueve esa felicidad, como si te trastocase, aunque siempre como pasado, como lo ya vivido, sin presencia presente más que en la sensación. Esto Baudelaire lo refleja en su poema “Los Siete Viejos”, en forma de angustia respecto al sentido temporal, el hecho de vivir constantemente sus ciclos, su vida. Esto es en este plano, la aparición de la reiteración.

Luego, el término “Spleen”, que Benjamin explica a partir de que Baudelaire ya lo utilizará en su libro “Las Flores del Mal”, y con el que daba a explicar el concepto de un tiempo vacío –en contraposición al tiempo lleno- en su máxima pureza. El transcurrir del tiempo como acto del aburrimiento en sí mismo. Ello probablemente, basado en la inspiración del cuento de Poe, “Monos y Una”, donde ya se refleja algo parecido. Benjamin nos lo explica como ese deber del tiempo en pasar, porque luego vendrá algo terrible, tedioso, verdadero tiempo vacío. Habla de un aburrimiento radical que te llega dentro, la sensación de tiempo vacío. Estamos ante la vivencia desnuda, como ese domingo a la tarde que espera el trabajador que el lunes deberá empezar de nuevo su repetitivo, controlado y monótono trabajo en la fábrica. A grandes rasgos podemos decir, que enfrenta Superficialidad Vs. Profundidad, tiempo vacío y tiempo lleno, respectivamente.

El tedio o el Spleen se rompen con el Chock, pero al mismo tiempo se sabe que algo se ha perdido. Se pierde algo que nunca más volverá, “Querida destrucción llévame, es lo único que nos queda”. Entendido por Benjamin como ese entregarse a la caída de la luz, no a la compulsión, ni el cinismo de dejarse llevar. Ser moderno es haber saboreado la trituración del aura. No debemos lamentarnos por lo que no está, sino por resurgir desde aquí. El que hace servir como ejemplo, el poema “Aura Paseante”, de Baudelaire.

Así, esto por lo que aboga y explica Benjamin pasa por la diferencia entre compulsión y deseo. El deseo es más antiguo, el deseo apunta a las estrellas, rodea los obstáculos y es constante. Es una carrera de larga distancia, que al llegar a la meta se transforma en una felicidad más permanente, profunda y constante. En cambio, una ambición extrema, es esa compulsión que no puede esperar, que siempre es veloz y sus efectos en la felicidad, también. Por ejemplo, Baudelaire, cree Benjamin, que posee ambas cosas, es compulsivo, pero desea ser un gran poeta, cosa que acaba consiguiendo.

Por último, aclarar que no estamos ante una renuncia, ni un bajar los brazos, sino ante un clamor a los cielos por resurgir, tal Ave Fénix de nuestras cenizas y cambiar. La modernidad Señoras y Señores está aquí, nos avisan estos “artistas” del pensamiento, y ello no tiene porque ser malo, pero no nos dejemos enterrar cada vez más hondo, porque llegará el día que las toneladas de tierra que reposarán sobre nuestros cimientos, sobre nuestras cabezas, serán demasiado pesadas, y ya no podremos salir, ni levantarnos.





Fragmento de la introducción del libro
“Las Flores del Mal”
de Baudelaire



Al lector

La estupidez, el error, el pecado, la mezquindad,
ocupan nuestros espíritus y minan nuestros cuerpos,
y nosotros alimentamos nuestros remordimientos,
como los mendigos nutren su piojera.

Nuestros pecados son tercos, nuestros arrepentimientos cobardes;
nos hacemos pagar con creces nuestras confesiones,
y volvemos alegremente al camino fangoso,
creyendo lavar con viles llantos todas nuestras manchas.

En la almohada del mal es Satán Trimegisto
quien mece mucho tiempo nuestro espíritu encantado,
y el rico metal de nuestra voluntad
se ha evaporado totalmente por obra de este sabio químico.

¡El Diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les hallamos encantos;
cada día descendemos un paso hacia el Infierno,
sin horror, a través de tinieblas que apestan.

Igual que un pobre libertino que besa y muerde
el seno maltratado de una vieja ramera,
robamos al pasar un placer clandestino
que exprimimos muy fuerte como una naranja seca.

Apretado, hormigueante, como un millón de helmintos
en nuestro cerebro se agita un tropel de Demonios,
y, cuando respiramos, la Muerte a nuestros pulmones
desciende, río invisible, con sordos gemidos.

Si el estupro, el veneno, el puñal, el incendio,
no han bordado aún con sus singulares dibujos
el cañamazo banal de nuestros tristes destinos,
ello se debe ¡ay!, a que nuestra alma no es lo bastante atrevida.

Pero los chacales, las panteras, los linces,
los monos, los escorpiones, los buitres, las serpientes,
los monstruos chillones, aulladores, gruñidores, rastreros,
en la infame casa de fieras de nuestros vicios,

¡hay un más feo, más malvado, más inmundo!
Aunque no hace aspavientos ni lanza agudos gritos,
convertirá con gusto a la tierra en un despojo
y en un bostezo se tragaría el mundo;

¡es el Aburrimiento –con los ojos inundados de un llanto involuntario-!
sueña con cadalsos mientras se esfuma una pipa.
Tú, conoces, lector, a ese monstruo delicado,
¡hipócrita lector –mi semejante- mi hermano!





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*[1] Ideal: Entendido como: prototipo, modelo de perfección. Por ejemplo: Amadís representaba el ideal del caballero.

*[2] Poco común: Reitero, poco común en su época. Puesto que más tarde, la generación Beat entre otros movimientos socio-culturales/literarios le siguieron.

*[3] Errática: Entendido como el adjetivo que se refiere a vagabundo, ambulante, sin domicilio ni objetivo cierto.

*[4] Aura: Algo tiene aura cuando levanta la mirada. Perturba, es algo inquietante, porque es huella de lo humano. Cosa que nos hace pensar. Ya Proust hablaba de ello, pero sin darle el nombre de aura.
*[5] Chock, Shock ó Sobresalto: Como herramienta que une esa pérdida de experiencia y ese aumento de vivencia. Es el golpe que nos da el momento que vivimos.

*[6] El Factor de la Masa: su repulsión, su calidez, su agradecimiento son acciones nuestras según los estímulos que percibimos desde ella. Nos condiciona y rige.

1 comentario:

Aroa dijo...

Baudelaire expresa con sus letras, unas sensaciones mágicas..